
"El duelo es un mar hecho de nuestras propias lágrimas. Las olas saladas cubren las oscuras profundidades por las que debemos bucear cada uno a nuestro ritmo. Fortalecerse lleva su tiempo. Había días en los que mis brazos cortaban el agua sin problemas y me parecía que todo saldría bien, que la orilla no estaba demasiado lejos. Y de pronto un recuerdo, un solo momento, casi me ahogaba. Entonces volvía al punto de partida y tenía que luchar con todas mis fuerzas para mantenerme en la superficie, agotada, hundiéndome en mi propio dolor".
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