TITULO: La edad de la inocencia
AUTOR: Edith Wharton
EDITORIAL: Alianza
AÑO DE PUBLICACION: 1920
Nº DE PAGINAS: 400
SINOPSIS
Pertenecientes al exclusivo y tradicional patriciado de la Nueva York del último tercio del siglo XIX, anclado a sus rígidas convenciones y hábitos sociales, Newland Archer, joven y brillante abogado, y su novia May Welland, joven gris y perfectamente educada, se prometen teniendo en el horizonte la perspectiva de formar un matrimonio acorde con las expectativas y cánones propios de su educación, su medio y sus respectivas familias. Sin embargo, la inesperada irrupción en este escenario de la prima de May, Ellen Olenska (una mujer de treinta años atractiva, independiente y escasamente convencional, un soplo de aire fresco), procedente de Europa huyendo de su matrimonio con un desaprensivo conde polaco, introducirá un factor de inestabilidad en la pareja y en la sociedad a la que pertenecen. La edad de la inocencia no es sólo un retrato insuperable del inicio del declive de la alta sociedad tradicional de Nueva York, con sus esplendores y sus miserias, sino también una novela que plantea las idas y venidas, y sobre todo las dolorosas contradicciones, de la pasión amorosa.
OPINION
¿Se puede decir de un libro que te ha encantado y al mismo tiempo que el final no te ha gustado nada? Pues eso exactamente es lo que me ha ocurrido con La edad de la inocencia. De esta autora ya había leído Ethan Frome que me dejó un buen sabor de boca y tenía ganas de enfrentarme con la que está considerada como su mejor obra.
Y desde luego no me ha defraudado para nada, todo lo contrario. En la edad de la inocencia tenemos la confirmación de que nos encontramos ante una autora con mayúsculas, con un dominio del oficio que, si bien en su época podía ser habitual entre los autores contemporáneos de Wharton, hoy en día se echa mucho en falta. Quizá sea ese el motivo por el que cada vez más gente está volviendo a los clásicos y leyendo cada vez menos literatura actual. Es que la diferencia de calidad es abismal.
Quiero empezar haciendo mención del estilo narrativo de la obra. Está escrita con delicadeza, con elegancia, con un estilo muy sutil y con un manejo del lenguaje y de los recursos narrativos exquisito, que hace que su lectura, para los que buscamos algo más que una simple narración de la historia, sea una auténtica gozada. De hecho, nos encontramos con más de un pasaje o párrafos de los que hay que releer varias veces, no para comprenderlos, sino para disfrutar del modo en que la autora es capaz de describir una situación, un pensamiento o unos sentimientos. Es decir, en esta obra disfrutamos de la belleza de la literatura.
La historia en sí se nos narra de una forma amena y ágil, con mucha fluidez y su lectura avanza de manera sencilla, envolviéndonos en la trama, en esa obsesión, porque al final creo que se trata de una obsesión, que el protagonista principal, Newland Archer, va sufriendo respecto a Ellen, y como sin embargo, se enfrenta a mil contradicciones interiores para finalmente dejarse arrastrar por los acontecimientos, por lo establecido, por lo que él considera “adecuado” o simplemente su deber, en contra de los dictados de su corazón.
Edith Wharton nos presenta un ramillete de personajes entre los cuales destacan lógicamente los tres protagonistas principales: Newland, Ellen y May. Curiosamente, aunque los dos primeros parecen ser personajes con mucha más personalidad y carácter que el resto, es la dulce y moldeable May la que es capaz de lograr que todo acontezca de acuerdo a sus deseos e intereses. Es esa persona que permaneciendo en cierto modo en la sombra, finalmente es la que de verdad maneja los hilos.
También me gustaría destacar, para un lector del siglo XXI, el salto brutal que nos encontramos entre la Nueva York inabarcable, postmoderna y cosmopolita que conocemos hoy en día, y aquella Nueva York de la segunda mitad del siglo XVIII casi provinciana, donde todos se conocen y están sujetos a unas normas morales completamente caducas pero de las que resulta poco menos que imposible escapar. Nos encontramos con una rancia y rígida sociedad que no duda en juzgar y casi condenar en base a sus normas morales y de conducta aunque como suele ser habitual, los más rígidos luego son los que más pecados tienen que ocultar.
El único pero, como ya dije al principio, el final. Sí, puede que sea un final adecuado para la obra, pero desde luego está muy lejos del final que a mí me hubiera apetecido leer. Y no voy a decir nada más al respecto para no acabar haciendo spoiler.
En definitiva, se trata de una gran obra sin ningún género de dudas, recomendable cien por cien, de las que nos reconcilian con la literatura.
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