Nunca pude despedirme de ti, ni siquiera en las despedidas, no supe hacerlo. Habitas el firmamento de mis recuerdos como estrellas titilantes que, iluminasen temblorosas las sombras de mi memoria, trayéndole acaso un soplo de calma. Guardo la suavidad de tu piel en los pétalos ajados de aquella rosa que se resiste a morir sin poder evitarlo. Tus palabras de amor plagadas de magia, que adornan las primeras páginas de tantos libros. Acaricio los trazos con las yemas de mis dedos y los cierro, rápido, temeroso, antes que la lluvia de mis pupilas difumine los sentimientos que una vez derramaste para mí.
Nunca pude despedirme de ti y sin embargo, ahora sufro la más dolorosa de las despedidas. La de ver cada día amanecer sin ti, la de transitar los senderos de mi existencia sin el calor de tu presencia a mi lado, la de añorar lo que fuimos, quienes fuimos, y acaso no seamos ya nunca más.
No hay peor castigo que la memoria, recordando momentos que se perdieron como lágrimas en la lluvia.
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