Javier regresaba a paso lento y cansado de su paseo por el parque. A sus ochenta años, la fuerza que años atrás había llenado de vigor todos los músculos de su cuerpo hacía bastante ya que lo había abandonado. Ahora salir de casa y obligar a sus cansadas piernas a avanzar dando un paso tras otro ya era toda una batalla, de la que sabía que cualquier día comenzaría a ser derrotado. De pelo blanco, enjuto, un poco encorvado sobre si mismo, ofrecía la misma imagen que tantos y tantos ancianos, aunque el nunca había imaginado esta palabra refiriéndose a si mismo. Es curioso, pensaba mientras caminaba, como vemos a los demás envejecer a nuestro alrededor y sin embargo nuestra mente se niega a pensar que a nosotros ese proceso cruel y amargo nos está afectando del mismo modo que a todos, es como si nos consideráramos a salvo y viéramos el mundo detrás de una pantalla.